viernes, 27 de noviembre de 2009

"Las Titas"



















No conocí a mis abuelos ya que todos fallecieron antes de nacer yo, salvo mi abuelita Dolores que falleció justo una semana antes de que yo cumpliera un año de vida. Me hubiera gustado conocerles, poder haberles sacado de quicio como hacen todos los mocosos con sus abuelos y que me hubieran enseñado grandes cosas que sólo con el paso del tiempo hubiera comprendido y valorado. No conocí a ninguno de mis abuelos pero ellos siempre lo dieron todo por su familia y eso lo se por que todos aquellos que me rodean (mis padres, tíos y tías) se han encargado de contarnos las historias, anécdotas y quehaceres del día a día de aquel tiempo pasado.

Cuando mi abuelita Dolores falleció hace ya casi 25 años tomaron las riendas de mailto:abuelitas las hermanas mayores de mi padre, mi tía Ángeles y mi tía Mercedes conocidas por todos como “las titas” “voy a ver a las titas” “Dónde está papá? -- En casa de las titas…“ Llevan más de 24 años viviendo juntas y creo que a tod@s nos han enseñado muchísimas cosas sobre la vida y como afrontar las cosas. Recuerdo cuando aprobé selectividad, mis padres estaban en el pueblo y me pasé los últimos días estudiando entre la casa de mi Hermana Ángeles y las titas. Mi tía siempre me decía: “Tú se positivo, que ya verás como todo va bien”… ella siempre ha dado ánimos, nunca desistía en su empeño de dar una palmadita en la espalda. Hice selectividad con un bolígrafo morado y plateado que siempre había estado dando vueltas por casa de mi tía y… aprobé.

A día de hoy llevan a su espalda 94 y 92 años, hay que cuidarlas, estar pendientes de ellas y en definitiva hacer que cada día lo pasen con las menores preocupaciones posibles y con todo el cariño que seamos capaces de darles. No tiene precio arrancarle una carcajada a mi tía Mercedes, la de 94. Una risa tan sincera, tan “me río por que me apetece y no por que le tenga que poner la sonrisa a nadie” y ver a mi tía Ángeles contenta de ver a su hermana sonreír. Dos personas en las que no ha existido la maldad jamás, dos personas que siempre tenían palomitas para merendar, pistachos, patatas, aceitunas, bollos, perrunillas, quitapenas, helados… y hasta que no veían la mesa llena de cosas no paraban!! Son mis titas, mis abuelas suplentes y se que la edad no perdona, que ellas no estarán siempre para ponernos esas merendolas tremendas.

Hoy mi tía Mercedes estaba ya muy floja, como nunca la he visto. Una sensación de pesadumbre me ha embargado durante un rato… una bofetada de sentido común ha golpeado mi cara mientras una voz en off dentro de mi cabeza me decía: es ley de vida Carlos, no le des más vueltas…

Cuando quieres mucho a alguien cuesta reconocer las cosas, cuesta separar sentimientos y sentido común, cuesta pensar: “las cosas son así” por que no quieres que sean así y eso es lo que nos hace débiles, el no querer reconocer algo que es ley de vida. Cuando no estén mis tías entre nosotros y brillen en un cielo estrellado… me quedarán muchas cosas por hacer, recogeré ese testigo de suma responsabilidad de relatar las historias a mis sobrinos de lo que hacían y decían sus tías abuelas, de lo que todos las queríamos y de lo que lucharon tanto su Abuelo Fermín, mi padre, como mi tío Julio por ellas. Una gran parte de la familia que hemos estado al pie del cañón haciendo lo que podíamos en comparación al esfuerzo, dedicación y todos los adjetivos calificativos que podría usar… y en este momento de la noche no encuentro por ningún lado por que todos me parecen demasiado desinflados para lo que quiero expresar… en el fondo éramos meros espectadores de la lucha de ellos dos, una lucha desinteresada que tenía como única recompensa ver a sus hermanas felices y acostadas en su cama, de su casa, de su barrio… cada noche.

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