jueves, 24 de septiembre de 2009

El café mañanero.

Reflexión rápida sobre el café que acabo de tirar sobre el teclado del ordenador de la oficina:

Qué bueno estaba! Mi primer café mañanero,
Que sin darle un sorbo siquiera me he pringado
el pantalón entero. Y asombrosamente mi teclado
sigue funcionando, más que coñazo, si se hubiera
estropeado, un rato ocioso me hubiera tirado.

Treinta y cinco centimos de café entre el pantalón
y el teclado y un grito ahogado, por que precisamente
no era un "hielo helado" todo el café que se ha derramado.

La cosa es que quemaba, la cosa es que he chillado.
Sólo me queda reirme de mi mismo, con todo mi pantalón
manchado, limpiar la mesa y ponerme a trabajar un rato.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Día 17 de Septiembre


¿¿Ya?? Qué rápido pasa el tiempo cuando has dormido poco. Después de una noche larga pareció que vino otra aun más larga y así hasta un montón de noches distintas dentro de una sola. Nada más abrir los ojos lo pensé, necesito el día libre.

Se habían juntado demasiadas cosas en poco tiempo, demasiados sentimientos enfrentados, demasiadas cosas que hacer, demasiadas cosas por pagar y otras tantas por arreglar.

La casa patas arriba. Fuera la ciudad se sumerge en un chirimiri “calabobos”, no para de llover y cada vez va a más. Yo tengo que salir pero no me importa, el agua es vida no? Y a mi más que nunca me hacía falta sentir la lluvia en la cara.

Después de recoger toda la casa y atender al fontanero me propongo salir, como buen Madrileño - y lo pongo con mayúsculas por que me encanta mi ciudad - salgo sin paraguas… (Principalmente por que siempre los pierdo).

El viaje hacia el metro es un minuto escaso pero suficiente para hacerme pensar que parece que el agua moja…y cada vez más. Ya en el metro la misma historia de siempre: los que están esperando, los que bajamos corriendo para no tener que esperar al siguiente y una vez dentro todos a sentarnos, sólo falta la música para ver quien se queda sin silla y pierde, teniendo como única recompensa apoyarse contra alguna barra o puerta.

Me bajo en Sol que son 15 minutos más o menos desde mi casa y vuelvo a pensar en lo inteligente que soy por irme sin paraguas al ver las cabezas y hombros empapados de los que vienen de arriba… y entonces encuentro a esa pequeña y sonriente mujer oriental que vende “palaguas pol tles eulos” en la escalera que da acceso a la calle Arenal y Mayor. Me acerco a ella y me recibe con una casi sonora sonrisa, de esas que te alegran un rato la mañana y piensas en tus problemas, en tu desidia con muchas cosas… y esa mujer, pasando frío y quieta en una escalera te pone la mejor de sus sonrisas por tres euros. Compro el paraguas e intento ponerle otra sonrisa de oreja a oreja mientras le doy las gracias. Al girarme y comenzar a subir las escaleras escucho un gracioso “Ahola tu no te mojas” me vuelvo a girar y le hago un gesto con la cabeza de nuevo en señal de agradecimiento.

Tengo que ir a la Agencia tributaría que está en Alcalá 45 a por un duplicado del numerito del coche, subo hasta Gran Vía por Preciados, todo el mundo con su paraguas y yo pensando en la explanada del Castillo de Mi pueblo… La lluvia arrecia, estoy llegando, paso un ridículo control de seguridad y consigo mi duplicado, me dirijo a Caja Madrid, lo pago… y una cosa menos.

Yo también estaba pensando mucho esos dos días antes del sábado, dos días para desconectar, para pensar, para hacer las cosas lo mejor posible... Dos días para pensar que finalmente no sirvieron de nada.